Durante mucho tiempo tuve el deseo de conocer Croacia. Consultaba opiniones entre mis conocidos y leía artículos. Muchos por un lado recomendaban conocer sus increíbles playas, paisajes y por otro lado, la mencionaban como un destino inseguro y poco recomendable. Es así como en septiembre de 2018 decidí junto a mi novio emprender el viaje, una aventura que estuvo compuesta por varias ciudades europeas. En esta nota elegí centrarme en lugares croatas, que desde mi experiencia fueron increíbles. Nuestro recorrido por Croacia comenzó por Split, ciudad ubicada en la costa dálmata del país. Llegamos de noche a su aeropuerto, muy pequeño y rústico, y ahí mismo retiramos el auto que ya habíamos reservado desde Argentina. Luego de esperar 30 minutos aproximadamente, nos entregaron el vehículo y salimos del aeropuerto. Nos preocupó un poco la oscuridad del lugar, pero había varias personas realizando lo mismo. Afortunadamente la noche estaba espléndida. Comenzamos el viaje hacia Split, era de noche, la ruta no estaba muy bien señalizada y el GPS demoraba bastante en dar las indicaciones. Por suerte no estábamos lejos de nuestro alojamiento, previamente contratado por Booking: un departamento en pleno centro, más precisamente en el interior de la fortaleza llamada Palacio Diocleciano. Un detalle a tener en cuenta, debimos dejar el auto estacionado en las afueras de la zona céntrica ya que para aparcar allí es necesario contar con un permiso especial. Es muy engorroso el tema del estacionamiento, debido también a la falta de espacio. Existen algunos pagos y otros gratuitos, pero por lo general la mayoría de los ciudadanos de Split los ocupan y eso dificulta a los turistas encontrar lugar. Lo que también observamos es que son muy comunes las penalidades ¡vimos muchísimos autos estacionados con multas!. Una vez que llegamos al departamento, decidimos acomodarnos y cenar algo rápido que habíamos comprado en la calle: unos “rolo sendvic”, tipo wraps pero con un masa más similar a la pizza y relleno con verduras y pollo. ¡Muy ricos! Los venden en varios sitios, especialmente en las tiendas llamadas “Bobis”. Al día siguiente, nos levantamos temprano comenzamos el free walking tour por la ciudad. En este paseo pudimos conocer y recorrer todas las ruinas del centro de la ciudad, que está construida en el interior, con paredes de piedras blancas. Conocimos su catedral, la plaza de mármol blanco Narodni Trg, donde se ubica una torre de reloj y se conecta con el mercado subterráneo donde ofrecen principalmente artesanías locales. También visitamos su paseo costero La Riva que está bordeado por palmeras y restaurantes. Al llegar aquí decidimos almorzar en una Konoba, sitio típico que nos habían recomendado para comer pescado fresco, ¡Estuvo exquisito!. El resto del día, lo disfrutamos en la playa, fuimos caminando a la que está más cerca del centro, la Bačvice. Había muchas personas y verdaderamente no fue de las mejores playas, aunque el agua estaba hermosa. Un punto a tener en cuenta, en Croacia las playas no tienen arena sino que tienen piedras, así que es fundamental llevar “cangrejeras” o “crocs” para poder caminar sin problemas.

Terminamos el día cenando, en un restaurant ubicado en plano centro donde comimos unas deliciosas pastas. Debido a la significativa influencia italiana-veneciana, Croacia ofrece una amplia variedad de pizzas y helados. El viaje continuó por las hermosas y paradisíacas costas croatas. Un dato no menor para circular por las rutas en este país, es saber que tienen peajes que se pagan únicamente cuando se abandona la autopista, no cuando se ingresa y debe abonarse con la moneda local, la Kuna. El costo varía dependiendo el tipo de autopista. Durante el viaje fuimos también a la playa Punta Rata, donde para ingresar primero se debe buscar un lugar para estacionar el auto. Para ello, nos informaron que la mejor opción era dejarlo en el estacionamiento del complejo de la playa, que si bien tenía un costo muy elevado (100 kunas), pero era necesario para evitar una posible multa en caso de dejarlo por fuera del complejo. Al llegar a la playa, nos enamoró su agua turquesa y transparente; nos refrescamos y disfrutamos del inigualable paisaje. Pudimos apreciar el contraste de las montañas con frondosa arboleda y el Mar Adriático calmo y translúcido. Recorrimos y conocimos numerosos pueblitos. En algunos no se observaba mucho movimiento, de hecho eran bastante solitarios, su infraestructura era antigua y quizás con restos y señales de los años de la guerra en los 90. Por su parte, Cavtat es un pueblo colorido, rodeado de palmeras y con refrescantes playas. Allí pudimos degustar nuevamente pescados y mariscos frescos junto con una increíble y fría cerveza croata. Atravesamos la frontera con Bosnia, recorriendo durante 20 minutos el territorio. Fue un tramo inigualable enmarcado por un inolvidable atardecer y su reflejo en las aguas del Adriático. Durante este viaje por Croacia aprendimos que los croatas son personas muy hospitalarias y que reciben a los turistas con total respeto y acogimiento. Si bien a veces se tornaba complicada la comunicación debido al idioma, de una u otra forma logramos hacernos entender y siempre recibimos muy buena atención. Definitivamente, Croacia es que es un lugar único.