Aterrizamos alrededor de las 18 hs del mismo día para dormir en un hotel cercano al aeropuerto porque el plan era ir a Orlando los primeros 4 días del viaje. (Hago un paréntesis para recomendar que si tienen pensado hacer los dos destinos, les conviene hacer eso la primer noche, ir a Orlando los días que tengan planeado, al último Miami Beach porque se tarda mucho tiempo para entrar y salir de la ciudad, salvaguardando que los vuelos más baratos arriban y salen de ahí). Finalizada la estadía en Orlando y con la magia de Disney a flor de piel, entramos a la majestuosa ciudad que escapa de lo que podemos imaginar sin conocer porque es MUY IMPACTANTE, destaca mucho lujo. Mientras descifrábamos el indispensable GPS, tratábamos de acomodarnos a un tránsito bien reglamentado, buscábamos el hotel, al mismo tiempo tratábamos de no pestañar para no perdernos un segundo de tanto glamour: Ferraris, Porsches, Rolls- Royce, yates en el medio de la ciudad, gente pasándola bien, edificios que tocaban las nubes, interminables locales comerciales, todo lo que jamás había visto más que en el cine estaba frente a mis ojos. Después de todas estas sensaciones inexperimentadas, llegamos al hotel. Y ahora, ¿dónde dejamos el auto?, ¿Parking público pago?, ¿calle?,¿ hotel?, ¿y si nos roban el auto? Relájate y goza, no hay peligro alguno. La zona de SurfSide donde nos alojamos (North Beach) es extremadamente tranquila por la noche, dejarlo en la calle es gratis hasta que se hacen las 8 hs cuando comienzan a cobrarte alrededor de 1 dólar la hora hasta las 18 hs que vuelve a ser free. El pago funciona por medio de monedas o tarjeta de crédito en las máquinas ubicadas en cada cuadra. Es importante que sepas que si vas a Miami no tenés otra alternativa que manejarte con auto y moverte a tu manera, porque el transporte público (que es sólo de buses) funciona con frecuencia reducida, hay pocos y los taxis son muy caros como en la mayoría de las ciudades del mundo. No existen los trenes, metros, ni nada que tenga que ver con un traslado masivo.
Cada mañana, el típico desayuno tropical con frutas y jugos, sombrero en mano, mate listo, nos íbamos a la playa. El reloj marcaba las 9:00 hs y nosotros al sol. Hermoso, agua cristalina, arena limpia y todo el mundo en lo suyo. Si bien en esa parte no hay demasiado tránsito de gente, cada quien circulaba como quería, muchas familias de todas partes del mundo sin molestarse una a la otra. Pasado el mediodía, cuando el sol se ponían muy intenso íbamos a uno de los supermercados más famosos de la ciudad, Publix, y nos proveíamos de nuestras comidas, en su mayoría chatarra que te venden más barata que en tu país, estás de vacaciones y no te la desprenden de los ojos.
Como los primeros días no fueron del mejor clima, salíamos a hacer nuestros recorridos por la ciudad. Un día fuimos a conocer Brickell, nuevo distrito financiero de excelencia, allí se encuentra por ejemplo el JPMorgan, cuna de las decisiones económicas más importantes del mundo. Impactantes construcciones edilicias, cientos de personas con su impecable look fashionista modelando por las calles, autos de alta gama que se mulplicaban. En esos paseos pudimos conocer el American Airlines Arena estadio oficial del equipo de la ciudad, Miami Heat, ideal para los fanáticos del básquet. De paso por el Malecón donde se decía que llegaban los cubanos
que escapaban de su régimen a comenzar una nueva vida y hacer de la zona una sucursal latinoamericana por lo que si no sabés inglés, no vas a tener demasiados problemas con el idioma.
Para ver algo de arte lo más conocido para ir es Wynwood, barrio que se reduce murales pintados por artistas locales que expresan su arte por todas las fachadas obsequiando un espectáculo fascinante, que se luce mejor por la noche ya que cada pintura está iluminada. Un detalle curioso, me sentí en casa cuando por un rinconcito callejero vi un foodtruck de choripanes.
Ahora bien, sabemos que quien habla de Miami, dice playa y dice shopping, fuimos a tres y compramos en uno (a la medida del bolsillo común). Entre los que no logramos llegar con los ahorros fueron, el de Bal Halbour, ubicado en la zona que lleva el mismo nombre, que mantiene el target con las marcas más exclusivas del mundo y te ofrece un paseo con plantas naturales, lujosos restaurantes, joyerías, todo glamouroso. Lo mismo sucede con el Aventura Mall con una estructura más grande, lejos de la playa donde se venden carteras Gucci como si fueran caramelos en la peatonal. El más adaptado al hombre común: SawGrass Mill, saliendo de la ciudad de Miami, donde compramos nosotros, encontramos ofertas de hasta el 70%, variedad de marcas, accesibilidad a aquellas que acá nos podríamos comprar una prenda por año allá te traes para usar todo el año sin gastar excesivamente. Para cerrar les quería comentar sobre los paseos nocturnos,
en su epicentro conocido como South Beach donde se encuentran multiplicidad de bares, boliches, personajes, ahí nace y renace el libertinaje porque todo el mundo hace lo que quiere como le gusta. Entramos a un bar muy divertido donde los encargados de espectáculos bailaban arriba de la barra, al otro lado habían una banda latina tocando sin parar, trajes coloridos, gente de todas las edades descontroladas. En caso de que vayas con el objetivo de salir de noche el
centro de alojamiento ene que ser en los alrededores de la Ocean Drive, calle que promete fiesta a toda hora, corazón de South Beach. Es válido aclarar que queda muy alejado desde donde nosotros dormíamos, para ser precisos alrededor de 10 km de distancia. En resumidas cuentas hicimos de todo para lo que nos alcanzó el tiempo. Miami tiene mucho para descubrir, disfrutar y conocer.