Actualmente declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco, se convierte en una visita obligada para quien pasa por la villa serrana de Alta Gracia. Se trata del Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia y Casa del Virrey Liniers, ambientada a la manera en que vivían y trabajaban los cordobeses entre el Siglo XVII y el XIX.

El ingreso es por el patio principal desde el que se puede ver la estructura en L de dos niveles que conforma el actual Museo. El casco se confirma por la Residencia - museo -, la Iglesia, el obraje - espacio para actividades manufactureras - y la Ranchería, donde vivían esclavos negros.

La historia comienza en 1588, desde cuando esta construcción se mantiene en pie y momento desde el que fue pasando por diferentes dueños hasta que los Jesuitas la convirtieron en un establecimiento agrícola, ganadero y fabril. Un recorrido con visita guiada te cuenta cómo era el funcionamiento de las actividades durante el dominio jesuita sobre la propiedad: Las divisiones de trabajo, las acciones de evangelización, la enseñanza de oficios y la labor de alrededor de 300 esclavos que tenían designadas tareas de obraje, herrería, en los molinos y en la huerta.

Inaugurada como museo al público en 1977, propone desde entonces 17 salas de exposición permanente con habitaciones que se mantienen en el tiempo para contar cómo se vivía en aquella época. El paseo se hace muy agradable al caminar por las galerías con vista al jardín a través de sus característicos arcos que se extienden a lo largo de la Estancia. Encontrarás muebles y herramientas que representan la forma trabajo de aquel tiempo y por supuesto, los procesos de evangelización que los jesuitas desarrollaron en la zona y que han quedado testimoniados en objetos de arte religioso. También muestra de ello es la Iglesia jesuita nuestra Señora de la Merced que se encuentra al lado del Museo, digna de visitar.

La forma de funcionamiento general que se relata en el recorrido, culminó con la expulsión de los Jesuitas en 1797. En 1810 la propiedad fue adquirida por Santiago de Liniers, ex Virrey del Río de la Plata, y luego de pasar por otras manos, finalmente en 1868, por voluntad del último propietario, se deslindaron parte de los terrenos para la creación de una villa, donde se empezó a construir lo que hoy conocemos como Alta Gracia.