Parte del relieve visual de la ciudad de Córdoba permanece oculto en la ciudad subterránea. Sótanos, túneles, criptas y depósitos, comunes en épocas donde no se contaba con los adelantos actuales para sepultar a los difuntos, guardar objetos de valor o preservar alimentos, incitan la curiosidad de vecinos y turistas.

Luego de la fundación de la ciudad, con el arribo de las distintas órdenes religiosas, hubo también un cambio en los modos de rendir homenaje a los difuntos, aproximándose las tradiciones consideradas paganas a las tradiciones cristianas. Era costumbre inhumar los cuerpos en iglesias y tierras próximas a los templos, para que los difuntos participaran de las virtudes de los santos.

Entre los antiguos sacerdotes de las órdenes religiosas de Córdoba, fue común enterrar a sus muertos dentro de las criptas, generalmente subterráneas. Los cuerpos no se disponían directamente sobre tierra, sino que eran preservados en nichos. Tal fue el caso de las criptas del Museo San Alberto y la Jesuítica del Antiguo Noviciado.

Por su parte, las celdas subterráneas del Cabildo de la ciudad, que también se visitarán en esta oportunidad, forman parte de la historia del edificio. En 1610 el Cabildo contaba con tres habitaciones y una única celda, lo que implicó que en 1649 se iniciara la construcción de otra. Pero la verdad es que el paso del tiempo las volvió endebles y en varias oportunidades los presos se fugaron. Recién a fines del siglo XVIII se decidió encarar las reformas necesarias para dotar al Cabildo de la estructura que necesitaba.